La poetisa Elsie Ribal recibó ayer, a título póstumo, un homenaje en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC). Intervinieron el escritor Gregorio Plata, el profesor catedrático de instituto, José Javier Hernández; el ex concejal y ex eurodiputado, Isidoro Sánchez García, además de los hijos de la homenajeada, Elsie y Eladio. Fueron proyectados dos videos que recogieron pasajes de la vida y obra de la poetisa. La promotores nos concedieron la oportunidad de leer el siguiente texto:
Agradecemos
a los hijos de Elsie Ribal y a los promotores de este homenaje la
oportunidad de intervenir y expresar algunas ideas que, en realidad,
sirven para reafirmar nuestro aprecio y nuestro respeto por su arte,
por sus querencias poéticas y, sobre todo, por su acreditada
sensibilidad. Un recuerdo afectuoso para su esposo, para Eladio.
Elsie
se hizo a sí misma y atesoró las inquietudes y las cualidades que
distinguieron su quehacer desde temprana edad, desde siempre, aunque
suene a frase hecha, en cualquiera de sus desempeños y de los
cometidos que se ganó o le fueron asignados. Siempre los asumió con
responsabilidad y ánimo constructivo.
El
próximo mes de diciembre se cumplirán diez años de la presentación
de aquel poemario, titulado ‘Pensamientos sin límites’, firmado
junto a su hijo Eladio y presentado en este mismo Instituto. Esa
noche, y así lo resaltamos, Elsie Ribal, estuvo pletórica.
“En
pos de la libertad/ abrazaré el ocaso/ y en la poesía nítida/ que
no reflejó el papel/ cerraré los ojos/ y mis labios musitarán/ sin
darme cuenta/ el prólogo de una despedida”, escribió.
Vimos,
entonces, sinceramente, a la mejor Elsie, a una Elsie pletórica,
fiel a su estilo de siempre a la hora de recitar, pero como más
estimulada, acaso por la concurrencia activa de su hijo Eladio que
ahora incursiona en el género, procedente de la pintura y la
plástica. Hay madera de artista, de creador, desde luego.
Era
como si Elsie, natural de La Victoria, intuyera sin fatalismos el
final del camino, que se agotaban los apegos que la unieron toda la
vida a la poesía. Su intimismo, sus adentros, sus sentimientos, sus
querencias, sus ánimos… Como en tantas otras apariciones públicas,
Ribal había ido desgranando, poema a poema –escribimos entonces-,
la delicadeza con la que ha interpretado su propia existencia hasta
volver a reencontrarse con sus valores de siempre.
Ahí
queda su aportación a la cultura portuense, plasmada en los dos
primeros mandatos de los ayuntamientos democráticos, cuando ejerció
como concejala delegada de Cultura y cuando acompañó a Francisco
Afonso en el impulso a la creación de la Universidad Popular
Municipal que, tras su fallecimiento, llevaría su nombre. Allí se
afanó lo suyo para poner en marcha el grupo de teatro ‘La Recova’,
uno de los logros municipales en la producción de los años ochenta
(Una anécdota de la época: Elsie Ribal se adhirió en un pleno a la
posición que defendió la concejala Dora García (UCD), a propósito
de no permitir el ‘top
less’ en
el complejo del Lago Martiánez).
Pero
Elsie quería escribir y seguir recitando. Por eso, aparecieron desde
‘Torres
de arena’
a ‘Acantilados
de papel’
pasando por
‘Crepúsculos’, ‘Cuando se quiebra el silencio’, ‘Paréntesis
azules sobre el asfalto’ y ‘Poemas a voces’,
que firmó junto a su hija, Elsie Tavío Ribal. Hasta completar el
conjunto de su producción bibliográfica, hay todo un vuelo de
poetisa que es capaz de superar adversidades de la vida y seguir
acreditando entereza al dejar en el papel una idea, un verso lleno de
sutileza y sencillez que llevó a varios escenarios de la geografía
norteña.
Y
así, sin necesidad de demostrar nada, lució su identidad poética,
consciente de que la mejor manera de enhebrar sus versos era respetar
su clasicismo y refrescar sus fuentes de inspiración. Se sabía
“hoja, tránsito”, la “silueta de la alborada” que hacía lo
que más le gustaba en una soledad productiva, en las horas que
aprovechaba para amar esta forma de escribir y decir las cosas. Lo
suyo fue la modestia, lucir sus dotes sin alardes, en sus libros, en
sus recitales, en sus cometidos públicos. No es de extrañar que en
uno de sus últimos libros hubiera insertado estrofas dedicadas a un
Puerto de la Cruz que ella vio evolucionar. Revelaba no solo su amor
por la ciudad sino la voluntad de corresponder a ese afecto. Cuando
la autora habla de belleza, lozanía, paz y algarabía, alude a los
encantos del “viejo relicario” que pintores y poetas llevaron a
sus lienzos y a sus páginas con el ánimo de quien descubría un
mundo que fascina por tantos atractivos.
Y
así, remando, con su alma envuelta en plegarias de silencios, Elsie
nos encargó el prólogo de una de sus últimas obras, ‘Bajo la
piel de la luna’. Escribimos:
“Su
intimismo, sus adentros, sus sentimientos, sus querencias, sus
ánimos… La autora va desgranando, poema a poema –titulados en su
mayoría con una sola palabra-, la delicadeza con la que ha
interpretado su propia existencia hasta volver a reencontrarse con
sus valores de siempre, ahora Bajo
la piel de la luna.
Y
así, sin necesidad de demostrar nada, luce su identidad poética,
consciente de que la mejor manera de enhebrar sus versos es respetar
su clasicismo y refrescar sus fuentes de inspiración. Se sabe “hoja,
tránsito”, la “silueta de la alborada” que hace lo que más le
gusta en una soledad productiva, en las horas que aprovecha para amar
esta forma de escribir y decir las cosas.
Sabe
lo que la “palabra destila” en un instante. En los silencios de
esa soledad, están los secretos. Pero están también los rumores,
las sombras, la brisa perceptible, los sueños, las olas de la mar
cercana, los suspiros, los oníricos mensajes, la frondosidad
anhelada de las lecturas y relecturas inagotables. Por eso se lanza
“una vez más/ a remar con los luceros/, mientras convergen
colores/ que desnudan mi alma/ con plegarias de silencios”.
Elsie
Ribal hace que trascienda su universo particular, pletórico de
sensibilidad, en (aquel
nuevo poemario)
con el que se resiste a dejar de lado sus ensoñaciones. Versos
nuevos de aristas conocidas
y de perfiles generados con talante aperturista, con propuestas y
figuras que prolongan su afán creativo.
En
él plasma dos hechos sobresalientes: su admiración por Federico
García Lorca y el amor por su ciudad natal.
En
efecto, dedica una balada al escritor granadino pues “siguen
flotando en las plazas/ las corrientes de tus ríos/ que arrastran
mensajes verdes/ con romances encendidos”. Es como si los versos de
Elsie, sintiendo que el aire estremece, quisieran hurgar en la
personalidad y la obra del autor. Y ahí se entremezclan factores y
figuras dispares:
“Tu obra de acacias, sombras,/ de remansos y doncellas,/ desnuda
bajo la lluvia/ con eternas primaveras,/ se cubrió por un instante/
de negros rasos de seda”.
En
otro poema, que lleva nombre y apellidos de Federico, la poetisa,
valiente, no oculta su dolor porque hasta “la luna se mostró
herida” aquel fatídico 18 de agosto. El dolor acaso refleja los
sentimientos definitivos: “Hasta el sol cala de frío/ en tu tierra
granadina/ la que te viera nacer/ y ausentarse de la vida/ por la
ignominia salvaje/ bajo un poder homicida”.
Por
otra parte, Elsie Ribal es una portuense de pro (no olvidemos que es
natural de La Victoria) sin tener necesidad de presumir de ello. Ha
estado siempre donde el pueblo, sus agentes sociales, le pidieron que
estuviera. Lo suyo, quedó
dicho,
ha sido la modestia, lucir sus dotes sin alardes, en sus libros, en
sus recitales, en sus cometidos públicos. Que en este nuevo libro
haya insertado estrofas dedicadas a un Puerto de la Cruz que ella ha
visto evolucionar, revela no solo su amor por la ciudad sino la
voluntad de corresponder a ese afecto. Cuando la autora habla de
belleza, lozanía, paz y algarabía, alude a los encantos del “viejo
relicario” que pintores y poetas llevaron a sus lienzos y a sus
páginas con el ánimo de quien descubre un mundo que fascina por
tantos atractivos.
Los
otros poemas constituyen la sucesión de imágenes y metáforas que
la poetisa y rapsoda va hilando segura del terreno que pisa,
dotándolos de una cualidad sugestiva. Bajo
la piel de la luna es,
pues, un libro de poesía en el que su autora siente el paso de la
vida a la vez que demuestra que aún puede remar con los luceros y
desnudar su alma, en tanto el caleidoscopio colorea esas plegarias de
silencio que tanto dicen de personas sutiles que sienten y se esmeran
con lo que hacen.
El
lirismo de Elsie, en efecto, siempre cautiva, sigue atrayendo, acaso
porque no abunda la fórmula poética, acaso porque las coordenadas
de ésta siguen siendo terreno difícilmente accesible dadas las
singularidades que lo caracterizan.
Desde
Torres
de arena
a Acantilados
de papel
pasando por
Crepúsculos, Cuando se quiebra el silencio, Paréntesis azules sobre
el asfalto y Poemas a voces,
que firma junto a su hija, Elsie Tavío, en el conjunto de su
producción bibliográfica, hay todo un vuelo de poetisa que es capaz
de superar adversidades de la vida y seguir acreditando entereza al
dejar en el papel una idea, un verso lleno de delicadeza y sencillez.
Lo
que sí sabemos, desde luego, es que la piel de la luna es muy
sutil”.
Y
que siempre tendremos a Elsie. He aquí (en este acto) la prueba.